Presbiterio

El altar de Santa María nos recuerda a Cristo. Es el punto de referencia y centro de la atención de todos. Es al mismo tiempo ara de sacrificio en el que celebramos el memorial de la Cruz, y mesa desde donde Cristo nos invita a la mejor comida, su Cuerpo y su Sangre entregados por nuestra salvación. El tabernáculo está concebido para la adoración que debemos a la Eucaristía. Y los dos púlpitos laterales señalan la trascendental importancia de la proclamación de la Palabra de Dios, a través de la cual se hace presente Jesús entre nosotros. Todo el conjunto está presidido por la presencia callada y constante de la Madre: a Cristo por María.

El lugar de la iglesia reservado a los presbíteros, está separado del resto del templo mediante unas gradas y cuatro grandes rejas de hierro forjado, rematadas con puntas de lanza y monogramas marianos (1790). En su entrada delantera, en el suelo, vemos una trapa de madera. Oculta un foso cuadrado de un metro y medio de profundidad conocido tradicionalmente como la sepultura de la Virgen, ya que es usado como tal durante la representación del Misterio de Elche.
El presbiterio está flanqueado por dos púlpitos de mármol rojo con sus correspondientes tornavoces de madera tallada y dorada situados sobre ellos. Está presidido por el altar mayor, de forma cuadrada, levantado sobre una grada de tres escalones ante el arco central de esta capilla mayor. Su base, restaurada en 1965 por el escultor alicantino José Gutiérrez Carbonell (1924-2002), está adornada con figuras en mármol de la Asunción de María y de los apóstoles, aunque en su origen fueron placas de porcelana embutidas en la piedra. Según privilegio pontificio, podía celebrarse la santa misa en los tres frentes principales de este altar.
Sobre el mismo se levanta el tabernáculo o expositor, construido en Génova en 1742. Se eleva sobre un basamento adornado con relieves de alabastro con escenas evangélicas y eucarísticas. En el centro de este basamento se incrusta el sagrario, recuperado para la festividad del Corpus Christi del año 2000 por los Talleres Arte Granda, de Madrid. Su puerta se adorna con un esmalte de la Asunción de la Virgen María, copia de la figura que encabeza la consueta del Misterio de Elche de 1709. Sobre los ángulos de la citada base se elevan cuatro conjuntos de dos columnas, cada uno con capiteles de bronce dorado que sostienen una cúpula levantada entre cuatro frontones circulares. Esta cúpula, horadada para permitir el paso de la luz, se remata mediante una linterna que sirve de peana a una pequeña figura de la Fe, repuesta en 1988. En el centro del tabernáculo se halla el expositor o sagrario interior, en forma de templete circular. Todo el conjunto está adornado con placas de porcelana con dibujos vegetales, pero sufrió grandes desperfectos en 1936 de manera que perdió las figuras de los evangelistas, de ángeles y del Espíritu Santo que lo ornamentaban.
El actual altar exento fue inaugurado en la festividad del Corpus Christi de 1988 y está realizado con un frontal de madera tallada y dorada que en 1756 el escultor Ignacio Castell construyó para el Monumento del Jueves Santo. El juego de candeleros de plata que lo iluminan fue construido en 1947 mediante un legado testamentario de la condesa de Luna.
Sobre las gradas del presbiterio pueden apreciarse los símbolos otorgados a Santa María junto con el título de Basílica Menor en 1951. Se trata de la umbela o sombrilla procesional semicerrada de seda roja y amarilla -los colores papales- y el tintinábulo o campanilla portátil. Ambos elementos, que expresan la unión especial del templo con el Sumo Pontífice, son portados en todas las procesiones organizadas por la Basílica.

Esta capilla mayor está presidida por un gran retablo que, elevado tras el altar mayor, ocupa todo el centro del ábside. Imita al retablo barroco existente hasta el incendio de 1936 y fue trazado en la posguerra por el maestro tallista Eduardo Botí Albero, en colaboración con Antonio Flores, y dorado por el pintor ilicitano Manuel Rodríguez. El arco central del presbiterio está flanqueado por dos columnas de fuste estriado cuya parte inferior se decora con rocallas y las figuras del sol y la luna. Las paredes del arco están recubiertas de pilastras rematadas con querubines con función de cariátides. Las repisas existentes a mitad de altura, que en el retablo original ocupaban figuras de Padres de la Iglesia, actualmente sostienen cuatro ángeles en actitud de adoración.
Sobre las columnas y pilastras descritas descansa un entablamento que coincide, en altura, con las tribunas del presbiterio. En su centro se abre el bocaporte del camarín de la Virgen con forma de arco de medio punto y en cuya clave hay tallado un monograma de María, coronado y con palmas. Los laterales del bocaporte aparecen profusamente ornamentados con fi guradas pilastras decoradas con rocallas. Asimismo, se elevan dos contrafuertes en forma de arco –que permiten el paso sobre la cornisa- sobre
los que se sitúan dos imágenes de ángeles mancebos que en el retablo primitivo sostenían sendas lámparas.
Sobre el bocaporte hay un segundo zócalo sostenido por ángeles niños, que se curva en el centro para dar paso a un arco en cuyo interior se cobijan las figuras policromadas de la Santísima Trinidad en alto relieve: Jesucristo, Dios Padre y el Espíritu Santo en forma de paloma que surgen de un cúmulo central de nubes y rayos. Estas imágenes fueron talladas por el escultor alicantino Vicente Olcina y pintadas por el artista ilicitano Francisco Rodríguez S. Clement (1893-1968). El retablo se remata con un dosel circular que cubre la Trinidad, así como un figurado cortinaje, que parece caer en pliegues sobre el fondo del conjunto, y que es sostenido por dos querubines y recogido por otros dos grandes nudos.